Hubo un día en que lloré.
En el que sin lagrimas y sin congoja
sentí que todo se liberaba.
Aquellos sentimientos retenidos
por el sólo hecho de no derrocharlos
en vano,
salieron expulsados multiplicados por
mil.
Entonces mi peso se aligeraba,
mi yo se reconocía
y todo volvía a empezar.
Una segunda oportunidad.
Vamos a exprimirla.
Un día, que pensé que nunca llegaría.
Y entonces lloré.
6 de Julio de 2015.
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