jueves, 10 de enero de 2008

La música en el Arte - Kandinsky

En la música el arte abstracto por excelencia, Kandinsky encontró lo que su genio artístico en formación estaba ya buscando: la abstracción. En la obra wagneriana se hacia realidad, además, el sueño romántico de la obra de arte total, la fusión, en una única representación, de artes, géneros y estilos diversos para lograr una obra maestra que contuviese poesía, pintura, música, danza….
El arte debía ser la representación no solo de la realidad exterior, sino sobre todo de la interior: “Partíamos del supuesto de que, además de las impresiones recibidas del mundo exterior y de la naturaleza, el artista recoge experiencias también del mundo interior”.
El particular universo cromático wagneriano proporcionó a Kandinsky una de sus primeras y más intensas experiencias sinestésicas, durante una representación de Lohengrin en Moscú: “los violines, los contrabajos, y muy especialmente los instrumentos de viento personificaban entonces para mí toda la fuerza de las horas del crepúsculo. Mentalmente veía todos mis colores, los tenía ante mis ojos”. Al igual que Scriabin, el pintor se interesó más en la disonancia de color y música para evocar esas percepciones que producían emociones más intensas en la degustación del arte. Las sinestesias de Kandinsky poseían gran sensorialidad, presentándose tanto a nivel visual, como acústico y táctil. A sus más ambiciosas obras las llamó Composiciones, lo que probablemente conlleva una metáfora musical. A través de ellas intentó ejercer sobre el espectador un impacto como el que podría sentir con la música. Las teorías tonales de Scriabin van parejas a las de Kandinsky y ambos pretendieron encontrar equivalencias entre sonido, color y sentimiento. La música de Schoenberg trazaría un paralelismo nada casual con la obra pictórica de Kandinsky: el cromatismo libre, la disonancia no resuelta y el posterior modelo dodecafónico fueron transformaciones hondas de la música que firmó a su manera Kandinsky en las artes visuales. La constante referencia a la música y a la metáfora musical en su obra De lo espiritual en el arte parte de estas teorías y experiencias que aúnan forma, sonido y color.
Una parte fundamental del texto Lo espiritual en el arte esta dedicada a la relación establecida entre estímulos cromáticos y reacciones psicológicas, esto es, la posibilidad de suscitar sensaciones en el espectador mediante un determinado uso de colores.
En la elaboración de este tipo de psicología de los colores, Kandinsky fue influido sin duda por una larga tradición literaria sobre el tema, que va desde la Teoría de los colores (1810) de Goethe hasta las sugestiones simbolistas contenidas en el celebre soneto de Rimbaud titulado Vocales (1871).
Según Kandinsky, los colores tienen un sonido interior que “se asemeja al sonido de una trompeta”; los colores como el blanco y el amarillo hacen la obra luminosa, mientras que el azul y el negro transmiten una sensación de dramatismo y de “tristeza atormentadora”. El rojo se caracteriza por ser un color “ilimitado, típicamente cálido” e “interiormente posee el efecto de un color muy vivaz e inquieto”, mientras que el amarillo esta lleno de energía, pero con un “carácter despreocupado”; el azul es, por el contrario, el “color típico del cielo”, de lo sobrenatural, hecho de transparencias y de vertiginosas profundidades. Luego tenemos la quietud del verde, la inmovilidad del gris, la tristeza del violeta, y luego los colores del silencio… El silencio primordial del blanco, que coincide con “la nada antes del origen, antes del nacimiento”, y el silencio trágico del negro: “Como una nada sin posibilidad, como la muerte de la nada después de que el sol se haya apagado, como un eterno silencio sin futuro y sin esperanza, resuena dentro de nosotros el negro”.
Algunos colores, además, son potenciados por determinadas formas y debilitados por otras. Los colores vibrantes, por ejemplo, “se intensifican si se les sitúa dentro de formas agudas (por ejemplo el amarillo en un triangulo)”, mientras que los colores profundos “son reforzados por las formas redondas (el azul, por ejemplo, por un círculo)”.
Es solo con esta psicología del color como se pueden llegar a comunicar contenidos espirituales a través de medios visuales, para llegar a establecer un contacto directo con el alma del espectador, que no debe dejarse distraer por la vana búsqueda del sentido, sino que debe dejar que “el cuadro actúe sobre él”. La atención pasa, pues, de la expresión del artista a la percepción del espectador, al cual se propone un viaje al reino de lo imaginario, a los meandros de la psiquis, al mundo del inconsciente.
El color es para Kandinsky, por lo tanto, “un medio para influir directamente en el alma. El color es la tecla. La vista es el macillo. El alma es un piano con muchas cuerdas. El artista es la mando que, tocando esta o aquella tecla, hace vibrar el alma”.

Prof. Helga María Massetani

1 comentario:

Unknown dijo...

Me parece muy interesante el tema de la relación de Kandinsky y la música, me podria decir bibliografia que trate de este tema.

gracias.